Lunes, 01 Junio 2020 09:50

Cuando los monumentos compraban la limpieza de sangre

Escrito por UCC+i
Escudo del Palacio de los Marqueses de Benamejí, en Écija (Sevilla) Escudo del Palacio de los Marqueses de Benamejí, en Écija (Sevilla)

El estudio del patrimonio histórico artístico español goza, por fortuna, de una excelente salud. En las últimas décadas se han multiplicado los trabajos científicos al respecto, y también se han creado grados y másteres universitarios específicos sobre la cuestión. Además, poco a poco se ha conseguido concienciar a buena parte de la población de la necesidad no sólo de mantener los monumentos, sino del enorme potencial económico que tiene su puesta en valor.

Sin embargo la mayoría de los estudios de que disponemos son muy deficientes en ciertos terrenos; en buena medida, todo está por hacer. Un enorme número de bienes patrimoniales carecen no sólo de un estudio correcto, sino incluso de la más somera identificación. Son miles, por ejemplo, los palacios y casas señoriales en España de los que ni siquiera se conoce el nombre de la familia que los mandó construir y habitó durante siglos, o lo que de ellos se dice es totalmente erróneo.

La situación se torna dramática cuando nos referimos al patrimonio judeoconverso. Es el gran desconocido de nuestro país y al mismo tiempo uno de los conjuntos más importantes de toda nuestra historia. Es, además, uno de los elementos que más potencialidades tiene a la hora de una posible explotación económica.

El ‘problema converso’, eje de nuestro pasado

La persecución contra los judíos desarrollada a partir de 1391 provocó la conversión de miles de ellos al cristianismo. Se creó así lo que conocemos como el problema converso, uno de los principales ejes de nuestro pasado entre los siglos XV y XVII. La existencia de decenas de miles de cristianos nuevos, católicos en apariencia pero hebreos en su corazón, como no podía ser de otra forma, provocó graves problemas sociales y políticos. A la represión inquisitorial contra los herejes se sumó el rechazo racista de los estatutos de limpieza de sangre que buscaban excluir del poder y los honores a todos los descendientes de este grupo, aunque fuesen excelentes católicos.

Por todo ello, los conversos buscaron ocultarse y hacer desaparecer “la marca de la infamia”. Asimilándose socialmente, intentando que se olvidaran sus señas de identidad originarias, transformándolas en otras más aceptables por la mayoría. Se falsificaron genealogías, se manipularon documentos, se cambiaron apellidos y lugares de residencia… El objetivo era disolverse en la oscuridad y sobrevivir.

Pero las más importantes familias, las más ricas e influyentes, estaban dispuestas a medrar todo lo posible. En tal caso no era suficiente el olvido, sino que tenían que desarrollar paulatinamente una serie de estrategias que les llevasen a ser aceptados en el seno de la nobleza. Debían convertirse en hidalgos a los ojos de sus contemporáneos. Y además tenían que fingir una limpieza de sangre de la que en realidad carecían.

La construcción de patrimonio como estrategia para ser aceptado

En este peligroso juego de fingir apariencias ajenas, fue fundamental la creación de buena parte del patrimonio artístico que conocemos. Tanto el que se ha mantenido hasta la actualidad, como el que por desgracia ha desaparecido pero del que tenemos constancia por documentos de archivo.

Los judeoconversos más adinerados se lanzaron a una auténtica carrera por fundar conventos, comprar y adornar capillas funerarias, convertir sus casas en palacios, colocar escudos de armas en las fachadas de los mismos, llenar el interior de sus mansiones de cuadros, tapices, y plata labrada con los mismos motivos heráldicos… Es decir, a generar un enorme porcentaje del patrimonio monumental hispánico.

El problema básico es que todo este fenómeno ha pasado por completo desapercibido. Precisamente para progresar en lo social, los conversos tuvieron que ocultar su origen, por lo que en la práctica casi todas estas familias no aparecen como descendientes de judíos en los pocos trabajos serios que recogen los fundadores de cada ítem patrimonial concreto.

La búsqueda de los orígenes de un nombre

Las investigaciones que realiza nuestro grupo, el Laboratorio de Estudios Judeoconversos, de la unidad científica de la Universidad de Córdoba, se centran precisamente en desvelar tan relevante patrimonio. Para ello, y teniendo como objeto principal de trabajo no sólo la provincia de Córdoba sino todo el ámbito andaluz y por extensión el español, estamos realizando un enorme vaciado documental en decenas de archivos locales y nacionales de todo tipo (notariales, eclesiásticos, judiciales, nobiliarios, estatales).

No sólo se trata de consultar, literalmente, decenas de miles de documentos, sino de proceder, y esa es nuestra especificidad, a un exhaustivo cruce de fuentes. Únicamente al combinar, comparar y contrastar la información procedente de muy diversos registros es como se obtiene la verdad histórica. O al menos, lo más parecido a ella.

Ampliación de las rutas y temáticas turísticas

Un ejemplo perfecto de lo expuesto lo representa en linaje judeoconverso de los Bernuy, que en pocas décadas pasó de la condena inquisitorial del primero de sus miembros a convertirse en una de las principales estirpes de la nobleza española. Para huir del sambenito, entre otras cosas y gracias a la riqueza amasada por el comercio y el préstamo, los Bernuy desarrollaron un activo programa fundacional, que les llevó a erigir varias suntuosas capillas funerarias; a comprar la villa de Benamejí, de la que con el tiempo se convirtieron en marqueses; y a levantar hermosos palacios en ciudades como Toulouse, Écija o Córdoba. Todo ello, como no podía ser de otra manera, adornado con profusión de escudos de armas tan llamativos como inventados.

Cuando concluyamos nuestra investigacion y subamos todos los resultados a la web que estamos confeccionando, de libre acceso, esperamos poder contribuir de forma relevante a atraer un turismo de calidad a España, interesado en estas temáticas. Visitantes que no sólo acudan a las grandes capitales, a la costa o a las rutas preestablecidas por turoperadores, sino que puedan llegar a las localidades menos frecuentadas.

Dicho de otro modo, que no sólo vayan al centro de Sevilla, Granada, Córdoba o Toledo, sino que también lo hagan a Lucena, Baena, Osuna, Baeza, Úbeda, Palma del Río, Castillo de Garcimuñoz, Sigüenza, Castrojeriz, Hellín o Almagro, por sólo citar un puñado de casos de los centenares posibles.

Todo ello, claro está, conformando nuevas rutas turísticas amparadas en el recurso a la tecnología más reciente, incluyendo por supuesto el uso de las aplicaciones específicas, la realidad extendida, etc. En ese sentido, hemos creado la aplicación SepharApp, que pronto estará disponible en el mercado y que tendrá a la ciudad de Córdoba como modelo experimental, a la espera de extender paulatinamente la experiencia a otros lugares.

Una muestra más, sin duda, de que desde el ámbito de las Humanidades se puede, y debe, generar no sólo conocimiento sino utilidad económica para la sociedad a la que nos debemos.

 

*Este artículo fue creado por Enrique Soria y publicado originalmente en The Conversation el día 1 de junio de 2020 

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